Hay pocos deportes de riesgo más peligrosos que no dimitir después de obstinarse en merecerlo. Pierde uno, en los meses siguientes, el centro de gravedad y, por tanto, tiene más dificultades en mantener el equilibrio. Se le deja a uno solo, con el punto de crueldad que tiene siempre la política, y se expone a cometer más errores. Obsérvese a Carlos Mazón en el Ritz de Madrid, foro Nueva Economía, su oscura aparición en un escenario lujoso meses después de la dana: ni Feijóo ni Ayuso, los sheriffs del PP en la capital, estuvieron con él. En Valencia huye de actos públicos para no ser abucheado; en Madrid, a donde va a ser querido, huyen de él quienes podrían aplaudirle.
