La primera escena es patética desde el inicio. La cámara sigue a Javier Milei tras las bambalinas del escenario de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), en un centro de convenciones a las afueras de Washington. Lo enfoca, de espaldas, al entrar en el camerino con los brazos abiertos, y un grito ronco y sofocado sale de su garganta cuando se apresura en llegar hasta donde se halla Elon Musk, certificado como el hombre más rico del mundo. “¡Mi amigo!”, exclama Milei con la misma voz ronca, sofocado por la admiración; “te he traido un regalo”, le dice, y la cámara va a hacia una caja donde reposa una flamante motosierra que Musk saca y sopesa. Para devolver el saludo a Milei se había puesto anteojos oscuros, y para alzar la motosierra se los ha quitado.
