El Real Madrid salió de Anoeta con ventaja en la eliminatoria con un plan antiguo ejecutado por caras nuevas: Lunin y Endrick, un portero iluminado y un nueve sin rodeos. Dos tipos a quienes les ha quedado la Copa como refugio, y que la exprimen con entusiasmo. Así aplacó el Madrid el empuje desaforado de la Real, picante por las bandas, indesmayable en el esfuerzo, y así se fue con una ventaja mínima rumbo a la lejana vuelta de las semifinales, allá por el 1 de abril en el Bernabéu.
