Lo más descacharrante de esta extrema derecha ostentosa de hoy en día es que se atribuya la defensa del “libre pensamiento” frente al “pensamiento único” al que se adscribirían todos los demás, desde el PP a la CUP. Así se presentaba este miércoles en el Parlament la líder de Aliança Catalana, Sílvia Orriols. Con un proyecto de sociedad blanca monolingüística, un discurso antimusulmán que haría ruborizar a Fernando III el Santo y un subtexto aporofóbico, la alcaldesa de Ripoll, crucifijo en pecho, enarbola esa bandera de una supuesta libertad mental. Entiendo que ese pensamiento único al que pretende hacer frente es el de los consensos colectivos que hunden sus raíces en la Declaración de los Derechos Humanos de 1945. Pero ya tiene eso, la extrema derecha actual reniega de todo lo que va más acá de los años 30 (en el caso de Vox es distinto, ellos reivindican la España de 1939 a 1975) y se aprovecha de que el ser humano tiene la memoria colectiva de Dory, la de Buscando a Nemo. Y un poco también de que los planes de estudios no hayan caído en la cuenta de que la Historia Contemporánea queda demasiado al final del programa.
